Pide que el camino sea largo.

Que sean muchas las mañanas de verano

en que llegues -¡con qué placer y alegría!-

a puertos antes nunca vistos

jueves, 30 de octubre de 2014

ISLANDIA 4. FLÓKALUNDUR

Caballos en Snaefellsness
Bordeando la península
  
   Nos quedaba todavía toda una mañana en Snaefellsness y como el tiempo parecía algo más benévolo que el de la jornada anterior, repetimos básicamente el recorrido con la vana esperanza de divisar nuestro primer glaciar, el Snaefelsjökull:  empeño imposible, las nubes se situaban a cierta altura velando la cima de las montañas a partir del primer centenar de metros.  Como consuelo subimos a otro volcán tempranito y con viento fresco.
En el cono del Sáxol.  Al fondo, entre nieblas debe de estar el Snaefelsjökull
  


Circulo de orientación en el Sáxol
    El volcán Sáxol, activo hace unos 4000 anos, que domina un amplio campo de lava, hasta el mar, debe de tener una de las mejores vistas hacia el glaciar.  Hay en el cono un círculo metálico que te señala en trescientos sesenta grados los principales hitos que desde él se ven: desde Reykiavik hasta los acantilados de Látrabjarg pasando por los collados y cumbres más importantes del glaciar. Nuestra vista no alcanzó más que hasta el mar y la carretera que seguimos seguiríamos de nuevo hacia el este.


Estatua de Guðríður y Snorri en Laugarbrekka
            Parada obligada era la Granja Laugarbrekka de la que ya hablamos algo en la jornada anterior.  Allí nació hacia el año 980 Guðríður Þorbjarnardóttir.  Viuda joven de su primer marido muerto en el mar, casó de nuevo con un hijo de Erik el Rojo, y con él se enroló en el primer viaje de su cuñado Leifur Eiriksson a Vinland en el continente americano.  Volvió a enviudar, casó de nuevo y con su marido realizó otra expedición a las tierras  recién descubiertas al oeste.  Allí parió a su hijo Snorri Þorfinnsson, el primer niño europeo nacido en América.  Residieron después en Groenlandia, volvieron a Islandia al norte de la isla y se establecieron en Glaumbaer.  Desde allí, nuevamente viuda, emprendió viaje a Roma en expiación de sus pecados.  Consiguió  visitar al Papa y regresar a su hogar y pasó sus últimos días como ermitaña o monja.  Pocos en la Edad Media han tenido la suerte o valentía de hacer tantos viajes como ella y llevar una vida tan llena de avatares. De la granja de Laugarbrekka quedan cuatro paredes de piedra entre las que se erige una pequeña estatua de bronce que representa a Guðríður, sobre una barca vikinga sosteniendo en hombros a su hijo Snorri.

      Hace ya muchos años, cuando estaba aprendiendo a leer me entusiasmaban, entre otras, las aventuras gráficas del Capitán Trueno y sus amigos Goliath y Crispín.  El Capitán Trueno, como buen caballero andante, acometía  sus heroicas acciones encomendándose a Santiago( y cierra España) y a su adorada y añorada novia Sigrid  reina de Thule.  La tal Sigrid de Thule aparecía en algunos capítulos de la saga como una hermosísima rubia de largos cabellos que  a veces acompañaba al héroe en sus aventuras y demostraba aptitudes bélico-heroicas parejas a las de nuestro adalid.  Interesado por saber dónde se situaba Thule en el atlas que había por casa, no tuve la fortuna de localizar tan magnífico reino, aunque por el contexto lo imaginara noreuropeo y gélido.  Alguna enciclopedia me puso sobre la pista de Islandia.  Ahí nacieron mi interés y curiosidad por la isla, que ahora visitaba y me asombraba a cada paso.  Thule aparece por primera vez en los escritos del historiador griego Pitias, algunos siglos a. de C.  De localización incierta, aunque parece ser que debía de estar en el noroeste noruego,  en la Edad Media se asimiló este nombre definitivamente a la Isla de Islandia.  Y como el capítulo de hoy va algo de mujeres islandesas, a Guðríður  y a Sigrid añadiremos la historia de otra más, la de  Guðrún Ösvífursdóttir.

Helgafell,  granja al pie de la montaña
            Volviendo de nuevo a cruzar la península, por las carreteras 56 y 54, nos dirigimos a Stikkishólmur pasando previamente por Helgafell, la montaña sagrada.   Helgafell es una montaña  de origen volcánico aislada en medio de una pequeña llanura y en cuya cima se ven restos de un templo dedicado a Thor que pasó a ser monasterio hacia el s. XII y en la que el paganismo anterior a la cristianización situaba la puerta de entrada a la otra vida.

El cementerio desde la cima.  En el cercado pequeño está la supuesta tumba de  Guðrún
            En la base de la montaña, junto a la iglesia y cementerio del pueblo o granja hay un pequeño cercado de madera que aloja la tumba de Guðrún Ösvífursdóttir.  De su vida sabemos  por la Saga Laxdoela que la describe como la mujer más bella nacida en Islandia.  Su primer matrimonio terminó en divorcio y el segundo con la muerte de su marido en el mar.  Después fue pretendida  por dos hermanos amigos de su infancia y  curiosamente, enamorada de uno, se casó con el otro.  Tal vez esto originara diferencias entre los hermanos, que terminaron con la muerte del marido de Guðrún a manos de familiares del hermano rechazado.  Vuelve a casarse por cuarta vez, sin olvidar sus deseos de venganza por el asesinato de su marido que finalmente se salda con una importante compensación. Preguntada sobre a cuál de sus maridos amó más, parece ser que respondió crípticamente "A aquel al para el que yo era peor, fue al que más amé".  Finalmente se hizo monja, se recluyó en Helgafell y sus restos reposan al pie de la montaña sagrada.
En la cima.  Restos del antiguo templo y lugar de las peticiones. 
            Justo junto a la tumba de Guðrún comienza el camino que sube a la montaña.  Esta subida fácil y breve concederá tres deseos siempre que durante la subida se observen unas determinadas normas: No se puede mirar atrás, no se puede hablar nada durante la subida, las peticiones han de honestas y limpias y se han de pedir en la cima, junto al templo y mirando hacia el este.  Aunque parece fácil, yo no lo conseguí, es difícil no mirar atrás y admirar y comentar la belleza de las montañas del centro de la península cubiertas de nieve.  Por si acaso, mirando al este formulé un único deseo, el de volver a la isla alguna vez.  Estoy dispuesto.
Puerto de Stikkishólmur

Desde el Breiðafjörður
            Después de una comida apresurada en un bosquecillo, llegamos a Stikkishólmur con el tiempo justo de tomar el ferry que, cruzando el Breiðafjörður, el golfo de las mil islas, nos llevaría a la península de los fiordos del noroeste.  La travesía fue gratísima, con muy buen tiempo, un  tibio solecito que daba una hermosa luz a los innumerables islotes, amplios paisajes de mar y montañas y avistamiento de gran variedad y cantidad de aves.  El barco hizo escala en la isla de Flatey, la única habitada del enorme fiordo, en donde dejó pasajeros y cargó la pesca del día: varios contenedores enormes llenos de lumpos unos peces horrorosos con una extraña ventosa ventral y de cuyas huevas se hace un buen sucedáneo de caviar.  Tras dos horas de navegación desembarcamos en Brjánslaekur evitando de esta manera un recorrido de al menos trescientos kilómetros por malas carreteras alrededor del fiordo que nos podían suponer más de cinco horas de coche.
 Faro en el Breiðafjörður

Isla de Flatey
Brjánslaekur, final del trayecto en barco

            A poca distancia de Brjánslaekur, unos diez minutos de coche, hacia el fondo del Vatnsfjörður, pasado el cruce que va al norte, está Flókalundür, hito más que recomendable como entrada de las tierras del noroeste.  Flókalundür es un pequeño lugar con hotel y restaurante y sobre todo con una poza geotermal  junto a la carretera sin indicaciones y junto a  una zona de aparcamiento en la que siempre hay algún vehículo.  Del aparcamiento se desciende levemente  un pequeño talud de piedra volcánica, de la altura justa para ocultar la poza de la carretera, y allí está, a dos metros del fiordo, redonda con un diámetro de unos cuatro metros y aguas a 38º.   Allí fue nuestro bautizo de aguas termales,  un cálido baño mientras en el atardecer del fiordo el ambiente estaría a unos diez grados.  Allí nos demoramos al menos media hora, disfrutando del agua y las vistas sobre el fiordo desde placidez cálida de la poza antes de proseguir nuestro camino hasta Patreskfjörður, donde haríamos noche.

Baño mirando el fiordo


Ruta de la jornada


martes, 21 de octubre de 2014

ISLANDIA 3: SNAEFELLSNESS

 Grundarfjörður es un pueblo grande, relativamente, en la península de Snaefellsness, con una cierta importancia pesquera y de salazones.  La sal, escasa y difícil en Islandia, parece ser que la importan de Túnez.  Tiene una Iglesia vistosa en la encrucijada de amplias calles, y debe de ir la cosa de iglesias, porque lo emblemático del pueblo es una enorme montaña, de origen volcánico -aunque a mí me parece fruto de la erosión glaciar- aislada, que llega al mar, y a la que llaman Kirkjufell (Kirkja, iglesia y  fell, montaña).  Curiosamente en Grundarfjörður vimos por primera vez seis o siete niños rubitos de entre ocho y doce años jugando tranquilamente por las calles a una hora algo intempestiva, sobre las once, aunque como ya sabemos a esa hora es perfectamente de día.  Esta idílica escena no volvería a repetirse en todo el recorrido.  Supongo que en Grundarfjörður habrá una escuela, pero dada la diseminación de la población infantil rural, los niños se escolarizan en internados de lunes a viernes y pasan los fines de semana en familia.
Grundarfjörður, a la derecha la montaña Kirkjufell

     El día amaneció horroroso y así iba a seguir hasta mediada la tarde: un nórdico compendio de niebla, viento y lluvia  de esa que los ingleses llamarían misty y en otros lugares calabobo u orvallo.  El proyecto para el día consistía en recorrer todo el contorno de Snaefellsness visitando playas, glaciares, acantilados con aves marinas y volcanes, programa que cumplimos casi totalmente a pesar del tiempo.
 Vatnhellir, la cueva del agua y entrada al centro de la Tierra

     Julio Verne en su "Viaje al Centro de la Tierra"  sitúa la entrada para llegar al mismo en Snaefellsness, en unos tubos de lava, producidos por los gases volcánicos en la lava fundida.  Hacia allí nos dirigimos, tras hacer las compras tomar el café y hacer fotos de cascadas y caballos.  El tubo de lava recibe el nombre de Vatnhellir (cueva del agua).  Se accede al mismo, previo pago y colocación de casco de seguridad por unas escaleras en las que comenzamos a contar escalones y terminamos aburridos, así que eran muchos.  El interior, una cueva en la que caían gotas, había estalactitas volcánicas, cristalizaciones diversas con formas que recordaban sincréticamente vírgenes, flores o falos.  También, y eso lo comprobamos, un agua helada y purísima a base de filtraciones entre la lava.  Había también por allí un esqueleto antiguo de un zorro ártico que se despeñaría y moriría dentro.  Tal vez estaría allí porque el zorro ártico es el único mamífero terrestre oriundo de la isla,  los demás son traídos con la civilización.  Julio Verne tenía razón, porque en un recoveco de la cueva pudimos ver una señal en forma de flecha con un número de cuatro cifras de kilómetros que indicaba "Stromboli".  Forzosamente, si el túnel llevaba al Egeo, habría de pasar, sin duda muy cerca del centro de la tierra.
Camino a Dritvik y Djúpalónssandur

     Visitar Dritvik y Djúpalónssandur con buen tiempo debe de ser algo impresionante, pero hacerlo en medio de niebla y sirimiri aporta una sensación que difícilmente se puede olvidar.   Después de dejar el coche y leer la cartelería y cartografía de la zona, nos adentramos en un campo de lava por un camino bordeado de negras formaciones caprichosas.  En menos de mil metros llegamos a la primera playa, Djúpalónssandur (arenas profundas), un espacio recoleto de arenas finas y cantos perfectamente redondeados y profundamente negros.   Antes de pisar la arena vimos las cuatro piedras redondeadas que probaban la fuerza de los hombres candidatos a ser contratados como marineros en los barcos bacaladeros que tenían sede y factoría en esas playas.  Las piedras tienen su nombre y peso: 23 kilos Amlodi, 54 kilos Halfdraettingur, 100 kilos Hálfsterkur y 154 kilos Fullstekur.  Yo hubiese intentado subir la grande pero tenía las manos frías y resbaladizas por la lluvia, así que recordando mi columna vertebral hice una foto a alguien que levantó la pequeña.  
Junto a las cuatro piedras
Llegando a Djúpalónssandur   

     Ya en la playa vimos los restos del naufragio de un buque inglés cuyo despojos metálicos ocres por la oxidación ponían una nota de color en el negro de la arena.   También había unos troncos que el mar había depositado en la orilla.  Desde siempre coníferas canadienses han atravesado el atlántico norte a la deriva y recalado en las costas occidentales de Islandia.  Este hecho era muy celebrado por los islandeses que, teniendo gran escasez de árboles, utilizaban la madera que el mar les ofrecía para la construcción o como combustible. El mar, envuelto en nieblas, estaba sorprendentemente calmado ese día.
Paseo por la playa de Djúpalónssandur
De Djúpalónssandur a Dritvik por los acantilados

Dritvik, refugio.  Sobre el hito de madera
en una chapa hay escrito un poema,
 desgraciadamente indescifrable para mi



     Siguiendo por el borde del acantilado hacia el norte, en un cuarto de hora se llega  a Dritvik, playa similar a la anterior en cuanto a color de arenas, pero entre rocas ofrece un puerto natural que fue utilizado por barcos bacaladeros que se asentaron en esta playa donde vivieron y trabajaron hasta no hace mucho.  De esa actividad hoy no queda en la playa sino algunos restos de piedra junto a una  pequeña laguna. 
Dritvik

     Volviendo a Djúpalónssandur  separándose algo del camino y junto al acantilado hay una especie de laberinto de piedras que semejan algún símbolo ancestral y que era un juego de pescadores para amenizar los ratos de ocio intentando seguir caminos entre las piedras para alcanzar el centro.  Con varias entradas y cruces es difícil acertar en el camino correcto.  Claro que en un día como aquel, bien puede servir hacerlo en contrario, empezar en el centro y conseguir salir: mucho más fácil.
Laberinto espiral

     Continuamos luego para Lóndragar santuario de aves marinas en unos acantilados basálticos con unas piedras altas y erguidas en que anidan diferentes especies en bastante armonía.  La abundancia de aves, su vuelo, la imagen de sus nidos en los acantilados y los sonidos que emiten son el paisaje de este rincón de la península.  Se pueden ver gaviotas tridáctilas, araos, krías, alcas tordas y otras cuyos nombres no conseguiría recordar por mucho que lo intentara.  Como el tiempo seguía poco amable decidimos comer, tomar un café y entrar en calor antes de continuar el paseo por la zona.
Lóndragar

     Durante todo el recorrido del día deberíamos de estar viendo el glaciar y volcán Snaefellsjökull, pero la niebla nos lo ocultó todo el tiempo.  Ni siquiera pudimos ver la base de la montaña que vigila el gigante guardián cuya estatua de piedras señala el inicio de un camino entre prados junto a los acantilados de Hellnar a Arnastapi.  
Paseo de  Hellnar a Arnastapi.  Al fondo se debería ver el glaciar Sanaefellsjökull



 Bárdur Sanaefellsás, el gigante guardián de Snaefellsjókull
Arco basáltico en el acantilado

     La estatua, hecha de bloques de piedra volcánica representa, según las sagas, a Bárdur Sanaefellsás un gigantón noruego, de los primeros colonos de la isla que fundó la granja de Laugarbrekka, de la que hablaremos mañana.  El tal Bárdur en un ataque de furia porque, juegos de niños, pusieron a su hija sobre un iceberg que  a la deriva llegó hasta Groenlandia, arrojó a sus sobrinas, las compañeras de juego, por los acantilados y él desapareció para siempre por entre las nieves del glaciar donde dicen que aún vaga su espíritu atormentado.  Pequeñas playas de roca, arcos de basalto que el mar habría abierto, cuevas e infinidad de aves marinas se sucedían en un camino agradabilísimo de poco más de una hora y que acabaría en Arnastapi (roca de águilas) que recoge un pequeño puerto.
Arnastapi

     Al poco de subir en el coche el tiempo mejoró algo, cesó la lluvia pero las montañas permanecían ocultas en la niebla.  Esta mejoría nos iba a permitir hacer una grata visita al Volcán Eldborg (castillo de fuego) en el istmo de la península.  A unos tres kilómetros de la granja de Snorrasstadir, tras sus prados y por un sendero entre abedules enanos se alcanza la base del volcán.  Subiendo no más de doscientos metros se llega al cono perfecto del volcán perfecto, simétrico, asombrosamente nivelado y redondo y frente a nosotros, dentro del cono, un bosquecillo de maleza y abedules nacidos en la lava que dibuja una especie de mapa de Islandia.  Las vistas sobre campo de lava de  Eldborgarhraun que llega al mar tras un par de kilómetros son espectaculares.
Volcán Eldborg

     Camino de casa en Grundarfjörður, atravesamos la península de sur a norte y en un collado pudimos ver que por fin entre montañas de nieve y lava salía el sol e inundaba el paisaje con la luz pálida de los eternos atardeceres de aquellos días. 


Recorrido de la jornada

lunes, 13 de octubre de 2014

ISLANDIA 2: GLYMUR

Laugarvatn, lago y fuentes geotermales
            Laugarvatn ocupa un lugar privilegiado en el centro del Anillo de Oro, junto a un lago de aguas templadas rodeado de praderas.   La preparación de la cena, la propia cena y la sobremesa fueron  excelentes.  No había otros huéspedes en el albergue: exclusivamente para nosotros.  Como iba a ser norma durante todo el viaje, a las siete y media había que levantarse, asearse, desayunar, preparar los emparedados de la comida, rehacer el equipaje, colocarlo en el coche


Glymur
El tiempo se presentaba algo mejor que el día anterior  y pudimos disfrutar de algunas vistas del lago, las montañas y las casas vistosamente coloreadas de Laugarvatn antes de tomar dirección a Þingvellir.  La carretera 48 como siempre entre montañas y cascadas nos llevaba al fiordo Hvalfjörður por el que nos adentramos hasta el fondo siguiendo su orilla sur.  Tras una parada para hacer fotos en una cascada rodeada de lúpina (Lupinus fabaceae), una planta invasora en Islandia que en mayo florecía con vistosas flores de color azul o violeta, llegamos al fondo del fiordo.  Allí dejamos el coche y nos preparamos para andarcon posibles lluvia y viento que es sabido que en Islandia si quieres ver cambiar el tiempo solo tienes que esperar cinco minutos.  un paseo de unas tres horas hasta el lugar desde donde se despeña la cascada Glymur.  Sus 196 metros de caída entre precipicios de piedra la hacen la más alta de Islandia y una de las más vistosas.
Vista del Hvalfjörðurdesde lo alto de Glymur

En el aparcamiento encontramos a un grupo de jóvenes españoles que habían venido desde Alemania.  En principio pensé que harían allí un Erasmus o similar pero charlando con ellos supimos que eran todos unos cerebritos que trabajaban en intercambios de formación en diversas empresas aeronáuticas y automovilísticas.  El liderazgo del grupo lo ostentaba una chica decidida y animosa no muy adecuadamente vestida ni calzada para el paseo pero que dinamizaba al grupo tanto que a veces había que pararla un poco como cuando no veía ningún problema en atravesar el río Botnsá que bajaba helado y torrencial de la cascada.  Con ellos y un par de británicas compartimos camino hasta que nos dejaron atrás en la dura cuesta arriba.  Hasta el pie de la cascada el camino, prácticamente llano, discurre entre sauces lanudos y abedules enanos, atraviesa una cueva de lava y llega al río que hay que cruzar pasando en equilibrio por encima de un tronco de árbol extendido entre ambas orillas a modo de puente.  La fuerte corriente había desplazado el madero y las opciones de vadear agarrados a una cuerda tensada entre ambas orillas no eran las mejores por la fuerza y la temperatura del agua.  Tras convencer a la guía de los 'alemanes', comenzamos la subida por el lado izquierdo de la cascada según el sentido de la marcha. 
Cascada de Glymur

 
Parte superior de Glymur
           La subida a Glymur es exigente tanto por la pendiente como por el barro que en algunos puntos te hace resbalar o los canchales de piedra suelta.  Las vistas de la cascada, a nuestra derecha, son espectaculares:  siempre desde el borde de un precipicio puedes ver la blancura del agua cayendo  y que, a veces, se eleva en nubes de peque
ñísimas gotas pulverizadas volando sobre el musgo verde agarrado a la roca en la que anidan aves que continuamente revolotean la hondonada.  El paisaje con la cascada, el valle, las montañas y el fiordo al fondo te compensan ampliamente la subida que salva casi en vertical los doscientos metros.  En tiempo de menos agua,  puedes vadear el río en la parte superior y bajar por el otro margen de la cascada, pero esta vez el deshielo estaba en su momento álgido y tuvimos volver por el mismo camino, que por cierto no es que tiene mejores vistas: la próxima vez será...  El buen tiempo nos acompañó: el sol y las nubes dieron al paseo una luz bellísima y una temperatura muy agradable.

            
     Después de la comida en un pequeño arbolado junto a montañas negrasde lava llegamos a Borgarnes donde podríamos tomar un café.  Yo preferí acompañar a nuestro guía a hacer la compra en el supermercado.  En los supermercados islandeses trabajan chicos y chicas muy jóvenes preferentemente en las cajas.  Sucede en casi todos,  los jóvenes islandeses, desde bien pronto trabajan bien en la empresa familiar, bien para irse educando en el trabajo.  En casi todos los supermercados los clientes pueden tomar café gratis: junto a las cajas no falta la cafetera, los vasos de plástico, azúcar y leche.  Y el café suele estar bueno.

Geldingahnappur (Armeria maritima).  En el valle de Glymur
            Borgarnes es una ciudad de unos dos mil habitantes, que para Islandia es mucho, otros pueblos, no pasan de dos o tres casas aisladas.  Así y todo tiene todos los servicios, un gran puente sobre el Borgarfjörður, unas bellas vistas y la puerta a los valles por que discurre el río Hvitá.  Subiendo esos valles pasamos por Reykholt el pueblo en que vivió y murió Snorri Sturluson, historiador, escritor, poeta, y jurista islandés además de persona muy rica y sin demasiados escrúpulos, interesado patriota  tanto de Islandia como de Noruega.  De hecho murió asesinado por sicarios del rey noruego a los que pidió en sus últimas palabras que no le cortaran la cabeza, al menos eso me contaron.
Hraumfossar

El río Hvitá discurre calmado por meandros entre prados en que pastan caballos islandeses y retozan cisnes cantores antes de llegar a Hraunfossar.  Hraunfossar es una cascada especial.  Tiene una anchura espectacular y el agua surge en enormes chorros por entre las rocas de lava  sin que se aprecie ningún río por la parte superior.  El agua circula por túneles y oquedades entre la lava de algún volcán que erupcionó bajo hielo del glaciar Longjökull y de ahí viene su nombre (hraun, lava y foss, cascada).  Un espectáculo imprescindible.
Hraunfossar


Gloria en Barnafoss
            Unos metros más arriba está Barnafoss una cascada que es más bien una sucesión de rápidos encallejonados que confluyen pronto con las aguas de Hraunfossar.  Cuenta la leyenda que el día de Navidad, mientras los padres estaban en misa, unos niños cruzaron la cascada por un puente que a la sazón había.  Tuvieron la mala fortuna de caerse y perecer en los rápidos y tras la infructuosa búsqueda la madre lanzó un hechizo al puente que posteriormente fue destruido por un terremoto de los que son tan abundantes  en estas tierras.

Deildartunguhver
           


 De vuelta visitamos el manantial de aguas termales Deildartunga o Deildartunguhver, cercano a Reykholt.  Proporciona el manantial 180 litros por segundo de agua a ochenta y tantos grados lo que es suficiente para proporcionar electricidad y agua caliente a Borgarnes y los pueblos de alrededor.   Justo al lado del manantial, una granja disponía de invernadero en el que se cultivaban tomates que se vendían a un precio razonable en una marquesina en la que te servías tu bolsa y dejabas el importe en un cestillo sin necesidad de vendedor.
Deildartunguhver
            Volviendo a la carretera circular 1, a pocos kilómetros al norte está el volcán Gabrok, el cono principal de tres que se asientan en una fisura volcánica activa hace tres o cuatro mil.  Se asciende fácilmente por unas escaleras que parten del aparcamiento y que tras menos de doscientos metros te permiten rodear todo el cono y tener muy buenas vistas a los alrededores. Se pueden apreciar antiguas construcciones de lava, corrales para apriscar ganado, a veces utilizando para estos fines las propias hondonadas de los conos volcánicos menores.

Desde el cono del Gabrok



Cono del Gabrok
            La carretera 60 nos condujo, como siempre entre torrenteras y nieves a Hvammsfjörður y con el fiordo siempre a nuestra derecha, por la carretera 54, con muchos kilómetros de firme de tierra negra avistamos el enorme Breidafjörður plagado de islas y que une o separa la península de Snaefellsness y los fiordos y tierras del noroeste.  Bordeando el pequeño y hermoso fiordo de Álftafjörður,  y dejando a la derecha Stykkishólmur, llegamos a Grundarfjörður donde nos alojaríamos dos días. 

 Álftafjörður


Recorrido del día