Pide que el camino sea largo.

Que sean muchas las mañanas de verano

en que llegues -¡con qué placer y alegría!-

a puertos antes nunca vistos

martes, 25 de noviembre de 2014

ISLANDIA 6.- AKUREYRI

 Hvítserkur, el rinoceronte de piedra
Reykhólar

     En Reykholar amaneció una hermosa mañana soleada que daba al cielo y al fiordo un azul espléndidamente motejado del colorido variado de las casas y la iglesia del pueblo.  Mientras acomodábamos nuestro equipaje, el hermano de Richard Clayderman ya tenía preparado el todo terreno que remolcaba la zodiac en la que iría navegando entre fiordos a cazar ánades.  No era un mal plan.  


Puerto de Reykhólar enel  Breiðafjörður
Reflejos en la puerta de la factoría de sal dela sirena
     Bajamos al pueblo para echar un vistazo al puerto.  Estaba atracada una draga de la factoría de algas para cosméticos y otros fines industriales junto a la fábrica de escamas de sal de la sirena,  mucho mejor que la maldon y extraída de las limpias aguas del fiordo a base del calor geotérmico de la zona (recordemos que reyk es humo).


     La jornada se presentaba larga y kilométrica: llegar a Akureyry nos proporcionaría más de trescientos kilómetros de carreteras no muy anchas.  La 60, la 59 y la 68 nos llevarían hasta la gran carretera circular de Islandia, la  Þjóðvegur 1.  Con un descanso para el  café en un área de servicio nos desviamos por las carreteras occidentales de la península de Vatsnes hasta la playa en que el lago Sigrídarstadavatn se abre al Húnafjörður
Avistando focas y ánades

Focas dormitando en la playa


Charrán ártico defendiendo su territorio de cría


     En la orilla opuesta, a menos de cien metros, sobre la playa dormitaba una colonia de más de doscientas focas mientras que otras nadaban por el estrecho asomando de cuando en cuando sus bigotes junto a las colonias de eideres que nadaban por los alrededores.  Krías, ostreros y charranes árticos nos sobrevolaban expectantes y junto a la playa de arenas negras, violas tricolores compartían suelo con las armerias  marítimas. 
Viola tricolor de la playa de Hvisterkur
     Paseamos un trato por las arenas negras hasta una roca volcánica aislada a pocos metros de la playa.  Se le conoce con el nombre de Hvítserkur, y la llaman también el rinoceronte de piedra.  La dureza de los distintos materiales volcánicos y la acción del mar le han excavado dos aberturas, una con forma de pez, que dan a la roca el aspecto de un gran rinoceronte bebiendo del agua del mar.  Los islandeses prefieren creer que es un troll petrificado al ser sorprendido por los rayos solares, fenómeno que se da en no pocas ocasiones, rocas e islotes




Voilà
   
     De camino a Blönduós atravesamos la región de los montes-teta (nombre que yo les doy).  Se trata de una planicie en que se levantan montecitos de no más de cuatro metros de alto con una mota vegetal en la cima y que recuerda inexcusablemente una teta en reposo con su pezón erecto.  Según me contó nuestro guía se formaron por desprendimientos de paredes glaciares con aporte de hielos, roca y tierra que se ha ido erosionando¿?
Camino de Blönduós


            En Blönduós paramos para ir a un Vinbudin.  Los Vinbudin son establecimientos en que se pueden adquirir bebidas alcohólicas.  En los supermercados convencionales no se vende alcohol.  Solo les está permitido vender cerveza con muy baja graduación.  Si queremos algo más fuerte, lo encontramos a generoso precio en los Vinbudin.  Por lo general tienen un horario breve de dos a seis de la tarde. Cervezas, vinos italianos, californianos, alguno español y bebidas blancas además de Brenivin es su oferta.  El Brenivin es un destilado típico islandés hecho a partir de la fermentación de la patata y que alcanza los 37º aproximadamente.  Es típico tomarlo de aperitivo con el hakarl, tiburón fermentado, desecado, semipodridoy maloliente,  una delicatessen con las que muy pocos se atreven.  Yo no. El alcohol es caro en los bares y una opción viable es comprarlo en los Vinbudin -que sigue siendo caro - y tomarlo en casa y eso hacíamos con cierta frecuencia: comprar cervezas Viking o Thule en latas que enfriábamos con nieve y que acompañaba a nuestras comidas en ruta o en los albergues.  

Un fiordo más
     Hay en Blöndós una casa-museo de esculturas de hierro al aire libre junto a otras con jardines sembrados de ruibarbo.  Desde allí tienes unas bellas vistas al mar y a los fiordos occidentales de la península del noroeste que visitamos ayer.  También hay una iglesia moderna y fea junto al café en que descansamos un rato de coche.  Continuamos por la Þjóðvegur 1 sin otro aliciente que montañas, nieve, fiordos y cascadas hasta Varmahlid, junto a un precioso valle verde encajonado entre montañas en el que las aguas que vienen del Hofsjökul han ido sedimentando tierras cultivables entre los meandros antes de llegar al fiordo.

Granja de Glaumbaer con los transportes del diecinueve: carretilla y trineo
     Cerca de Varmahlid está Glaumbaer de la que ya hablamos en el capítulo cuatro, en me la historia de la vida y viajes de Gúdridur Thorbjarnardóttir  y del primer europeo-norteamericano su hijo Snorri.  Hay en Glaumbaer una granja tradicional del siglo diecinueve, que merece la pena visitar para conocer dónde y cómo vivían en la Islandia rural (redundancia) hace ciento cincuenta años.  Está construida con paredes de bloques de turba sobre los que se asienta el techo de césped y musgo.  Un largo pasillo da acceso a habitaciones a ambos lados, cada una con función específica, cocina, comedor, dormitorios, bodega, quesera, almacenes, salas de estar... todas ellas con mobiliario y enseres de la época.  Al lado establos y graneros para los animales.  Atrajeron mi curiosidad algunos instrumentos musicales de cuerda tipo rabel, utensilios de cocina para fabricar mantequilla, ruecas para hilar o una enorme vértebra de ballena en la cocina utilizable como asiento.  Una especie de biblioteca-museo fotográfico conforma la recepción en que puedes informarte  y comprar tu entrada.


Desde una ventana de la Granja
     Junto a la Granja están la Iglesia y el cementerio de Glaumbaer.  Entre las tumbas encontramos de nuevo la estatua de Gúdridur sobre la barca llevando a Snorri sobre su hombro exactamente igual a la que ya vimos en la granja de Laugarbrekka.  Sobre las lápidas que señalan las tumbas  en las que descansa generalmente un matrimonio, es frecuente ver en mármol o metal dos pajaritos en actitud amorosamente tierna.  Un carro y un trineo antiguos a la puerta de la granja completan el idílico paisaje del valle en la cabecera del Skagafjörður.  Y contraponiendo estas notas, en un cercado anexo a Iglesia y cementerio, pastaban enormes carneros, casi de tamaño de toros, los privilegiados machos que habrían de asegurar la reproducción del ganado ovino, descansando hasta el otoño.


Bajando por Öxnadalur hacia Eyjafjördur y Akureyri
     La carretera a Akureyri discurre por los valles de Öxnadalsheidi y Öxnadalur, que circundan por el sur el pequeño glaciar Tungnahriggsjökul.  Desde la carretera se ve la elevada mole del glaciar a lo lejos entre sierras y cuchillares increíblemente escarpados y de los que descienden tumultuosas corrientes que sedimentan a ambos lados del río.  Cuando llegas a Akureyri tienes la sensación de volver de nuevo a la civilización.  Como en todas las ciudades, tras atravesar los polígonos industriales y comerciales, se llega a las calles con gente, a las casas familiares, a algún bloque de edificios y a los semáforos.  
Semáforo con corazón rojo

     La luz roja de los semáforos de Akureyri  tiene forma de corazón: durante la crisis bancaria y financiera que sufrieron en el pasado decenio, los islandeses comprendieron que el mal estaba hecho y que para levantar el país y los ánimos nada mejor que ponerle "corazón" al asunto.  Y ese ánimo en forma de corazón se trasladó hasta a los semáforos. 

     Tras alojarnos en el céntrico albergue ('The guide, the guide' nos preguntaba la recepcionista refiriéndose al nuestro guía, pero que a nosotros fonéticamente nos sonó a otra cosa que fue motivo de guasa durante unos días) nos fuimos a cenar y disfrutar de la ciudad.  La cena fue en Bautinn, un restaurante recomendado por 'the guide' y que obedeció a las expectativas.  Variamos comidas, por probar un poco de todo: sopas, ensaladas, caballo, cordero, salmón Yo me atreví con black guillemot (arao), un ave de acantilado de oscuras y sabrosas carnes similares al pato.  Después, paseo turístico por la ciudad y copas, y para alguien que quería algo que no quitara el sueño pedimos, parangoneando a la alcaldesa de la capital del reino, una relaxing cup of tea.  Nos fuimos tarde al albergue, pero todavía había mucha luz en el interminable crepúsculo de aquellos días en el norte de la isla.
Akureyri a las once y dos minutos de la noche



Recorrido del día

Continuación recorrido del día




martes, 4 de noviembre de 2014

ISLANDIA 5: LÁTRABJARG-DINJANDI



Frailecillos en Latrabjarg
     El albergue de Patreskfjörður tiene habitaciones dobles con baño lo que es de agradecer y unas sensacionales vistas  del pequeño pueblo ante el fiordo que completan la excelencia.  En la cena degustamos un exquisito salmón islandés y la amable sobremesa de todas la noches.  El nombre del pueblo le viene de la veneración de los primeros colonos, irlandeses, a San Patricio. No llega a mil habitantes, turistas incluidos, sin embargo tiene todo tipo de servicios.


Playa blanca en Patreskfjörður

     Tras las primera rutinas de la mañana, subimos de nuevo al coche para ir por las carreteras 62 y 612 a los acantilados de Látrabjarg ornitológico objetivo de la mañana.  En el estrecho espacio entre la carretera y el fiordo vimos desde el coche una zona con banderines de diversos colores que nos llamó la atención.  José nos explicó que eran nidos de eider y que las distintas banderitas eran identificativos de las personas a las que pertenecía la explotación comercial de cada nido.  El plumón de eider es muy apreciado en los países nórdicos para la fabricación de edredones y ropa para el frío que se vende a precios exorbitados  Los eider hacen su nido en el suelo junto al agua, sobre las piedrecillas depositan plumas pequeñas que se arrancan de su pecho y que garantirá el mantenimiento de calor a los huevos durante la incubación y a los pollitos recién nacidos.  Si pasas con cuidado junto a los nidos, silenciosamente y sin molestar, la hembra permanecerá en el nido de manera que el huevo no `pierda calor.  Para recolectar el plumón, hay que hacer que la hembra abandone el nido por poco tiempo y sustituir parte del plumón del nido por otras plumas similares que no añada trabajo a los eider.

     Donde la carretera dobla el fiordo hay un barco, varado en la arena que según nos contó José fue el primer pesquero a motor que se usó en la isla.  Un poco más adelante nos encontraríamos junto a unas enormes naves los restos de un avión americano de la segunda guerra mundial que  forma parte de un museo de cachivaches montado por algún excéntrico caprichoso.  Cerca hay una gran playa,  con gran extensión de arena blanca en el fondo del fiordo y en una parte del arenal los restos de un antiguo aeropuerto caído en desuso.  El insólito color blanquecino de la arena se debe a que está formada de restos de conchas de moluscos, no de piedra volcánica que sería negra o muy oscura.  Suelen anidar en ella colonias de cisnes cantores, presagio de la jornada de pájaros que nos esperaba.
Cisnes cantores

  Después de dejar Breidavik, lugar de playas ventosas, subimos a los acantilados de Látrabjarg
Acantilados cerca de Breidavik

Acantilados de Latrabjarg

     Látrabjarg se sitúa en el punto más occidental de las costas de Islandia y de allí a Groenlandia solo hay una travesía de apenas trescientos kilómetros.  Son unos acantilados muy altos,  cuatrocientos metros nos dijeron aunque yo creo que será algo menos.  Las paredes verticales alojan colonias de millares de aves que llenan el aire de vuelos, graznidos o como se llamen los sonidos que emiten y olores más que especiales. Al borde del precipicio y cuidándonos muy mucho del fuerte viento, pasamos varias horas intentando distinguir la gaviotas tridáctilas de los fúlmares, las alcas tordas de los araos y haciendo fotos a los frailecillos -lundi en islandés- calmados vigías de los acantilados y grandes nadadores de vuelo poco vistoso. Algún cuervo se dejaba ver también por aquellas latitudes  Si había millares de aves, parejo le andaba el número de fotógrafos de toda nacionalidad y atuendo, aunque creo que predominaba el número de japoneses, como en casi todos sitios.  Desde los acantilados pudimos ver también el pesado descanso de algunas focas en los islotes de roca pelada.  Y en los prados ya abrían las flores de la Silene acaulis  y la Armeria maritima.
Pareja de Frailecillos

Oteando el mar

Por el borde de los acantilados de Látrabjarg

Haciendo amistades

Lundi, nombre islandés del frailecillo
            Concluída la sesión de fotos, el día de pronto se metió en lluvia y de vuelta hicimos comida viendo llover tras los cristales del restaurante de Flokalundur (donde está la poza en que nos bañamos ayer tarde).  La sopa estaba exquisita.  Desde allí, de nuevo en el coche, continuamos hacia el norte por la sesenta, entre golpes de limpiaparabrisas que nos entrecortaban el espectáculo de lluvia, y ríos furiosos que nacían en los bajos de enormes neveros.  El destino de la sobremesa era la cascada Dynjandi en el Dynjandisvogur que bajando de los neveros que atravesábamos iba a caer espectacularmente blanca y generosa en las proximidades del Arnarfjörður.   Menos de un kilómetro faltaba cuando nos encontramos la carretera cortada por un alud de nieve que desprendido por la lluvia ocupaba en grandes bloques de hielo y nieve todo el ancho de la calzada.  Posiblemente hubiéramos podido limpiarla con trabajo y pasar, pero se podían prever nuevos aludes  que definitivamente nos podían tapar la única vía de regreso: lamentablemente Dynjandi, para algunos la cascada más bonita del Islandia quedó para ser vista en fotos o en otro viaje.  De vuelta por el mismo camino fuimos bordeando uno por uno los fiordos que confluyen en el gran golfo Breidasförður: Kjalkafjörður, Kerlingafjörður, Skálmarfjörður, Kvigisdisfjórður, Kollafjörður, Djupifjörður, Thorskafjörður hasta llegar a la península de Reykholar

Deshielo en las penínsulas del Noroeste

Parada y sesión de fotos en la lluvia

Alud de nieve y hielo en la carretera de tierra a Dinjandi


     Por el camino, infinidad de cascadas sin nombre y que aquí serían un reclamo turístico de primer orden,, un grupo de patos arlequines, cisnes cantores, amapolas amarillas y ovejas, muchas ovejas en las carreteras estrechas, a veces de tierra y a veces en obras.  La oveja es la reina de la carretera islandesa, allí está permanentemente, redonda, con sus dos cuernos y sus dos crías, Tumbadas al calorcillo del asfalto, se levantan muy calmadas cuando el coche se les aproxima o te hacen ir detrás de ellas hasta que se les antoja salir a la cuneta.   Si, por desgracia, colisionas con una de ellas, tu obligación es comunicarlo y pagar el daño de la oveja y el del coche.  Solo un problema, ¿a quién lo comunicas o pagas si no hay una persona o una granja en bastantes kilómetros en la redonda? Afortunadamente no se nos dio el caso.  Las ovejas islandesas tienen siempre dos crías. En el caso de que en el primer parto sea de un solo cordero, esa oveja es considerada no idónea (rentable) para la reproducción y en octubre será destinada al sacrificio.  A base de ese procedimiento la raza está cada vez más depurada y por ende rentable.  Pasan la primavera y el verano con la única obligación de pastar con sus crías que para el otoño han de estar casi adultas.  En invierno se estabulan y se les programa la preñez y el parto para principios de la primavera.  Los machos, veranean solos y juntos y la mayoría de las crías masculinas se destinan para consumo.  El sacrificio es siempre en otoño y las carnes serán congeladas aunque en esos días entre festejos se come fresca. 

Gloria en una cascada anónima.  Sorprendentemente bellas
      

      La granja en que nos quedamos esa noche, en Reykholar, es una granja de ovejas y en las fechas en que estuvimos por allí se cortaba y recogía el heno para el invierno.  Dos perros pastores nos acompañaron desde nuestra llegada obsequiándonos continuamente con un  balón o con piedras para que se las arrojáramos y devolverlas.  Skólda, uno de los perros nos acompañó permanentemente con sus piedras incluso hasta la poza de aguas caliente en que nos relajamos antes de la cena que esa noche sería cordero.  La granja, asentada espectacularmente en un llano entre las montañas y el mar, estaba perfectamente equipada: wifi, sauna, dormitorios para dos y salón biblioteca en el que incluso había un piano bajo un enorme mapa de Islandia.  No era de extrañar pues, que el dueño se nos antojara hermano gemelo de Richard Clayderman, aquel meloso pianista de otros tiempos, pero que a tenor de los cuernos colgados por el salón nuestro huésped debía de tener más afición a la caza que a los bemoles.

Melasól (Papaver radicatum)  Amapola amarilla de los fiordos del oeste


Recorrido del día