La foto está tomada en la playa de Mónsul al comienzo de la primavera. Es media tarde. No hay mucha gente. Llama la atención, aunque no en exceso, un grupo de tres o cuatro
jóvenes mujeres desnudas que toman el sol o juegan con algún niño a la
pelota. Solo robé, anónimo, esta foto,
respetuoso con la intimidad de las ninfas.
Nausícaa junto al mar, siguiendo consejos de Atenea,
después de lavar los vestidos, de comer,
de quitarse los tenues velos y de untarse de aceites, jugaba con sus doncellas
a la pelota que en lances del juego va a detenerse ante un desnudo Odiseo, cien veces náufrago y agotado
por su lucha con dioses, hombres y mares.
Dieciséis de junio.
Sentado en una roca de la playa de Sandymount, Leopold-Ulysses-Bloom
descansa de un día de intenso peregrinaje por las calles de Dublín. Contempla cómo unas jóvenes juegan a la
pelota con unos niños. Devuelve la
pelota que ha ido a parar a sus pies. Luego
se enfrasca en ensoñaciones placenteras mirando a Gerty Mc Dowel y la desnudez
intuida tras los destellos de su ropa interior.
Aquella tarde, en la playa, la Odisea ya está vivida,
el prodigioso viaje desde Troya a Ítaca está a punto de terminar. Entre Feacia e Ítaca hay una singladura breve
y sin peligros si Poseidón no se encoleriza.
Pero Ulises tiene que sufrir de nuevo en el mar, ha de recuperar su
patrimonio espantando a los pretendientes y reencontrase con su destino. Pero ahora,
no hace mucha falta que Nausícaa insista para que Ulises se quede en la corte
de Alcinoo y cuente sus aventuras y desventuras: Calipso, Circe, Escila, los
lestrigones, el cíclope, los compañeros perdidos…
Entre la playa de Sandymount y el 7 de Eccles Street,
hogar de Bloom en el que Molly quizás ni teja ni espere, no hay mucho trayecto. A las ocho de la tarde en Dublín el día está
terminando y tanto Boom como Gerty desgranan el último suspiro de la tarde en
mutuas fantasías eróticas antes de la conclusión de la escena entre coros de iglesia,
fuegos artificiales, la cojera desmitificadora de Gerty y el canto del reloj
de cuco. Todavía demora Bloom su vuelta
casa con la visita a una amiga recién parida y entre discusiones poéticas,
parranda, burdel y borrachera con Stephen Dedalus.
Los últimos momentos de la tarde siempre llegan a
las playas: a Dublín, a Feacia, a Mónsul…, pero los días no terminan ahí ni
así, hay que demorarse y, “sabio, como te has vuelto”, ya se encontrará en quién y en qué.
La gente ha comenzado a recoger sombrillas y a
sacudir la arena de las toallas.
Mientras el mar se oscurece, el sol en su descenso va tiñendo un aire
dorado. Poco a poco irá dejando sus
últimos rayos por el acantilado de la Vela Blanca, la mole del Dedo de algún
dios y el arrecife de las Sirenas. En la
cala de la Punta Negra, todavía se ve una patera: los que llegaron en ella, ya
cumplieron su viaje, ahora tendrán que contarlo y, sin lugar para el olvido, luchar
e ilusionarse con una nueva vida. Posiblemente
en la arena encontrarían alguna pelota.
Llerena, 12 de febrero de 2013
Nausícaa, la corte feacia, momento del recuerdo, uno de los momentos más bonitos del viaje y en los que está más claro que Ítaca puede esperar.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario. En ese detenerse, se gestionan todas las obras.
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