Pide que el camino sea largo.

Que sean muchas las mañanas de verano

en que llegues -¡con qué placer y alegría!-

a puertos antes nunca vistos

lunes, 28 de mayo de 2012

ESPEJO

“Suena esta canción para ti…”
            Bailan las volutas de humo del cigarrillo olvidado.  Pasos vagos. Olvidado todo el francés, ahora resulta fácil usar un diccionario de internet, tampoco vamos a llegar a ninguna solución en la red.  Pasos lentos bajo oídos que escuchan y no oyen.
 “... a ninguna parte, a ningún buzón...”
            La canción rasga tímidamente el aire somnoliento del atardecer en el salón. Pequeñas luminarias saltan del televisor a las paredes y muebles en suave torbellino.  Sobre la mesa un libro abierto bocabajo por las primeras páginas dormita junto a una pequeña mancha de café.  La cucharilla se ha salido del plato que mancha la base de una taza casi vacía.  Sólo un plato, una sola taza, sólo una cucharilla y una mancha.
 “... nada más amado que lo que perdí...”
            Los pasos se detienen frente a la ventana.  El cambio de hora nos roba la tarde, ya se ha encendido el alumbrado público, fuera debe de hacer frío, aquí dentro se está bien, nada mejor que el calor de la casa ¿qué necesito de fuera? Pero, ¿tengo algo dentro?  Tras el cristal la gente se mueve en las calles, ríen, se apresuran.  Los ojos desde dentro miran pero no ven sino el caótico deambular bajo el neón. 
“...hoy busco en la arena una luna llena que arañaba el mar.”
            En el cristal de la ventana a la imagen cambiante de la calle se superpone el reflejo de una cara familiar que me observa absorto, ¿quién es? ¿quién soy? 
 “… si algún día después de amar, amé ...”
            Sigo absorto frente a la ventana espejo: ver a un conocido me conforta…  demasiado vagamente conocido.  En el libro abierto de la mesa se quedó Musset sorprendido ante un “enfant vêtu de noir qui me ressamblait comme un frère”  como un hermano. Y después  ante un “jeune homme vêtu de noir qui me ressamblait comme un frère”  como un hermano,  y ante un compañero de juergas y ante un ángel. Todos como un hermano.  
“... el olvido sólo se llevó la mitad...”
            Y ahora recuerdo haberlo reconocido siempre, en todas las ventanas,  adivinado en todos los espejos, en cada momento. “…je suis la solitude”
“…entre mi almohada y mi soledad.  Soledad.  Y mi soledad”

3 comentarios:

  1. ... fue por tu amor, Lucía. Estimado Manuel, estupenda reflexión ¿es prosa o poesía? ¿o cabalga entre ambas?
    Un saludo:
    Julio

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  2. Cuánta intensidad y sentimiento... me gusta, es muy bonito.

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  3. En primer lugar, gracias por vuestros comentarios
    Julio, me he permitido el lujo de enlazar tu blog en el mío. Tus relatos siguen siendo magníficos.

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