Pide que el camino sea largo.

Que sean muchas las mañanas de verano

en que llegues -¡con qué placer y alegría!-

a puertos antes nunca vistos

martes, 4 de noviembre de 2014

ISLANDIA 5: LÁTRABJARG-DINJANDI



Frailecillos en Latrabjarg
     El albergue de Patreskfjörður tiene habitaciones dobles con baño lo que es de agradecer y unas sensacionales vistas  del pequeño pueblo ante el fiordo que completan la excelencia.  En la cena degustamos un exquisito salmón islandés y la amable sobremesa de todas la noches.  El nombre del pueblo le viene de la veneración de los primeros colonos, irlandeses, a San Patricio. No llega a mil habitantes, turistas incluidos, sin embargo tiene todo tipo de servicios.


Playa blanca en Patreskfjörður

     Tras las primera rutinas de la mañana, subimos de nuevo al coche para ir por las carreteras 62 y 612 a los acantilados de Látrabjarg ornitológico objetivo de la mañana.  En el estrecho espacio entre la carretera y el fiordo vimos desde el coche una zona con banderines de diversos colores que nos llamó la atención.  José nos explicó que eran nidos de eider y que las distintas banderitas eran identificativos de las personas a las que pertenecía la explotación comercial de cada nido.  El plumón de eider es muy apreciado en los países nórdicos para la fabricación de edredones y ropa para el frío que se vende a precios exorbitados  Los eider hacen su nido en el suelo junto al agua, sobre las piedrecillas depositan plumas pequeñas que se arrancan de su pecho y que garantirá el mantenimiento de calor a los huevos durante la incubación y a los pollitos recién nacidos.  Si pasas con cuidado junto a los nidos, silenciosamente y sin molestar, la hembra permanecerá en el nido de manera que el huevo no `pierda calor.  Para recolectar el plumón, hay que hacer que la hembra abandone el nido por poco tiempo y sustituir parte del plumón del nido por otras plumas similares que no añada trabajo a los eider.

     Donde la carretera dobla el fiordo hay un barco, varado en la arena que según nos contó José fue el primer pesquero a motor que se usó en la isla.  Un poco más adelante nos encontraríamos junto a unas enormes naves los restos de un avión americano de la segunda guerra mundial que  forma parte de un museo de cachivaches montado por algún excéntrico caprichoso.  Cerca hay una gran playa,  con gran extensión de arena blanca en el fondo del fiordo y en una parte del arenal los restos de un antiguo aeropuerto caído en desuso.  El insólito color blanquecino de la arena se debe a que está formada de restos de conchas de moluscos, no de piedra volcánica que sería negra o muy oscura.  Suelen anidar en ella colonias de cisnes cantores, presagio de la jornada de pájaros que nos esperaba.
Cisnes cantores

  Después de dejar Breidavik, lugar de playas ventosas, subimos a los acantilados de Látrabjarg
Acantilados cerca de Breidavik

Acantilados de Latrabjarg

     Látrabjarg se sitúa en el punto más occidental de las costas de Islandia y de allí a Groenlandia solo hay una travesía de apenas trescientos kilómetros.  Son unos acantilados muy altos,  cuatrocientos metros nos dijeron aunque yo creo que será algo menos.  Las paredes verticales alojan colonias de millares de aves que llenan el aire de vuelos, graznidos o como se llamen los sonidos que emiten y olores más que especiales. Al borde del precipicio y cuidándonos muy mucho del fuerte viento, pasamos varias horas intentando distinguir la gaviotas tridáctilas de los fúlmares, las alcas tordas de los araos y haciendo fotos a los frailecillos -lundi en islandés- calmados vigías de los acantilados y grandes nadadores de vuelo poco vistoso. Algún cuervo se dejaba ver también por aquellas latitudes  Si había millares de aves, parejo le andaba el número de fotógrafos de toda nacionalidad y atuendo, aunque creo que predominaba el número de japoneses, como en casi todos sitios.  Desde los acantilados pudimos ver también el pesado descanso de algunas focas en los islotes de roca pelada.  Y en los prados ya abrían las flores de la Silene acaulis  y la Armeria maritima.
Pareja de Frailecillos

Oteando el mar

Por el borde de los acantilados de Látrabjarg

Haciendo amistades

Lundi, nombre islandés del frailecillo
            Concluída la sesión de fotos, el día de pronto se metió en lluvia y de vuelta hicimos comida viendo llover tras los cristales del restaurante de Flokalundur (donde está la poza en que nos bañamos ayer tarde).  La sopa estaba exquisita.  Desde allí, de nuevo en el coche, continuamos hacia el norte por la sesenta, entre golpes de limpiaparabrisas que nos entrecortaban el espectáculo de lluvia, y ríos furiosos que nacían en los bajos de enormes neveros.  El destino de la sobremesa era la cascada Dynjandi en el Dynjandisvogur que bajando de los neveros que atravesábamos iba a caer espectacularmente blanca y generosa en las proximidades del Arnarfjörður.   Menos de un kilómetro faltaba cuando nos encontramos la carretera cortada por un alud de nieve que desprendido por la lluvia ocupaba en grandes bloques de hielo y nieve todo el ancho de la calzada.  Posiblemente hubiéramos podido limpiarla con trabajo y pasar, pero se podían prever nuevos aludes  que definitivamente nos podían tapar la única vía de regreso: lamentablemente Dynjandi, para algunos la cascada más bonita del Islandia quedó para ser vista en fotos o en otro viaje.  De vuelta por el mismo camino fuimos bordeando uno por uno los fiordos que confluyen en el gran golfo Breidasförður: Kjalkafjörður, Kerlingafjörður, Skálmarfjörður, Kvigisdisfjórður, Kollafjörður, Djupifjörður, Thorskafjörður hasta llegar a la península de Reykholar

Deshielo en las penínsulas del Noroeste

Parada y sesión de fotos en la lluvia

Alud de nieve y hielo en la carretera de tierra a Dinjandi


     Por el camino, infinidad de cascadas sin nombre y que aquí serían un reclamo turístico de primer orden,, un grupo de patos arlequines, cisnes cantores, amapolas amarillas y ovejas, muchas ovejas en las carreteras estrechas, a veces de tierra y a veces en obras.  La oveja es la reina de la carretera islandesa, allí está permanentemente, redonda, con sus dos cuernos y sus dos crías, Tumbadas al calorcillo del asfalto, se levantan muy calmadas cuando el coche se les aproxima o te hacen ir detrás de ellas hasta que se les antoja salir a la cuneta.   Si, por desgracia, colisionas con una de ellas, tu obligación es comunicarlo y pagar el daño de la oveja y el del coche.  Solo un problema, ¿a quién lo comunicas o pagas si no hay una persona o una granja en bastantes kilómetros en la redonda? Afortunadamente no se nos dio el caso.  Las ovejas islandesas tienen siempre dos crías. En el caso de que en el primer parto sea de un solo cordero, esa oveja es considerada no idónea (rentable) para la reproducción y en octubre será destinada al sacrificio.  A base de ese procedimiento la raza está cada vez más depurada y por ende rentable.  Pasan la primavera y el verano con la única obligación de pastar con sus crías que para el otoño han de estar casi adultas.  En invierno se estabulan y se les programa la preñez y el parto para principios de la primavera.  Los machos, veranean solos y juntos y la mayoría de las crías masculinas se destinan para consumo.  El sacrificio es siempre en otoño y las carnes serán congeladas aunque en esos días entre festejos se come fresca. 

Gloria en una cascada anónima.  Sorprendentemente bellas
      

      La granja en que nos quedamos esa noche, en Reykholar, es una granja de ovejas y en las fechas en que estuvimos por allí se cortaba y recogía el heno para el invierno.  Dos perros pastores nos acompañaron desde nuestra llegada obsequiándonos continuamente con un  balón o con piedras para que se las arrojáramos y devolverlas.  Skólda, uno de los perros nos acompañó permanentemente con sus piedras incluso hasta la poza de aguas caliente en que nos relajamos antes de la cena que esa noche sería cordero.  La granja, asentada espectacularmente en un llano entre las montañas y el mar, estaba perfectamente equipada: wifi, sauna, dormitorios para dos y salón biblioteca en el que incluso había un piano bajo un enorme mapa de Islandia.  No era de extrañar pues, que el dueño se nos antojara hermano gemelo de Richard Clayderman, aquel meloso pianista de otros tiempos, pero que a tenor de los cuernos colgados por el salón nuestro huésped debía de tener más afición a la caza que a los bemoles.

Melasól (Papaver radicatum)  Amapola amarilla de los fiordos del oeste


Recorrido del día



1 comentario:

  1. Fantástico relato , recorrido muy chulo.....me da buenas vibraciones cuando me tengo que parar porque pasan vacas u ovejas...

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