Pide que el camino sea largo.

Que sean muchas las mañanas de verano

en que llegues -¡con qué placer y alegría!-

a puertos antes nunca vistos

jueves, 30 de octubre de 2014

ISLANDIA 4. FLÓKALUNDUR

Caballos en Snaefellsness
Bordeando la península
  
   Nos quedaba todavía toda una mañana en Snaefellsness y como el tiempo parecía algo más benévolo que el de la jornada anterior, repetimos básicamente el recorrido con la vana esperanza de divisar nuestro primer glaciar, el Snaefelsjökull:  empeño imposible, las nubes se situaban a cierta altura velando la cima de las montañas a partir del primer centenar de metros.  Como consuelo subimos a otro volcán tempranito y con viento fresco.
En el cono del Sáxol.  Al fondo, entre nieblas debe de estar el Snaefelsjökull
  


Circulo de orientación en el Sáxol
    El volcán Sáxol, activo hace unos 4000 anos, que domina un amplio campo de lava, hasta el mar, debe de tener una de las mejores vistas hacia el glaciar.  Hay en el cono un círculo metálico que te señala en trescientos sesenta grados los principales hitos que desde él se ven: desde Reykiavik hasta los acantilados de Látrabjarg pasando por los collados y cumbres más importantes del glaciar. Nuestra vista no alcanzó más que hasta el mar y la carretera que seguimos seguiríamos de nuevo hacia el este.


Estatua de Guðríður y Snorri en Laugarbrekka
            Parada obligada era la Granja Laugarbrekka de la que ya hablamos algo en la jornada anterior.  Allí nació hacia el año 980 Guðríður Þorbjarnardóttir.  Viuda joven de su primer marido muerto en el mar, casó de nuevo con un hijo de Erik el Rojo, y con él se enroló en el primer viaje de su cuñado Leifur Eiriksson a Vinland en el continente americano.  Volvió a enviudar, casó de nuevo y con su marido realizó otra expedición a las tierras  recién descubiertas al oeste.  Allí parió a su hijo Snorri Þorfinnsson, el primer niño europeo nacido en América.  Residieron después en Groenlandia, volvieron a Islandia al norte de la isla y se establecieron en Glaumbaer.  Desde allí, nuevamente viuda, emprendió viaje a Roma en expiación de sus pecados.  Consiguió  visitar al Papa y regresar a su hogar y pasó sus últimos días como ermitaña o monja.  Pocos en la Edad Media han tenido la suerte o valentía de hacer tantos viajes como ella y llevar una vida tan llena de avatares. De la granja de Laugarbrekka quedan cuatro paredes de piedra entre las que se erige una pequeña estatua de bronce que representa a Guðríður, sobre una barca vikinga sosteniendo en hombros a su hijo Snorri.

      Hace ya muchos años, cuando estaba aprendiendo a leer me entusiasmaban, entre otras, las aventuras gráficas del Capitán Trueno y sus amigos Goliath y Crispín.  El Capitán Trueno, como buen caballero andante, acometía  sus heroicas acciones encomendándose a Santiago( y cierra España) y a su adorada y añorada novia Sigrid  reina de Thule.  La tal Sigrid de Thule aparecía en algunos capítulos de la saga como una hermosísima rubia de largos cabellos que  a veces acompañaba al héroe en sus aventuras y demostraba aptitudes bélico-heroicas parejas a las de nuestro adalid.  Interesado por saber dónde se situaba Thule en el atlas que había por casa, no tuve la fortuna de localizar tan magnífico reino, aunque por el contexto lo imaginara noreuropeo y gélido.  Alguna enciclopedia me puso sobre la pista de Islandia.  Ahí nacieron mi interés y curiosidad por la isla, que ahora visitaba y me asombraba a cada paso.  Thule aparece por primera vez en los escritos del historiador griego Pitias, algunos siglos a. de C.  De localización incierta, aunque parece ser que debía de estar en el noroeste noruego,  en la Edad Media se asimiló este nombre definitivamente a la Isla de Islandia.  Y como el capítulo de hoy va algo de mujeres islandesas, a Guðríður  y a Sigrid añadiremos la historia de otra más, la de  Guðrún Ösvífursdóttir.

Helgafell,  granja al pie de la montaña
            Volviendo de nuevo a cruzar la península, por las carreteras 56 y 54, nos dirigimos a Stikkishólmur pasando previamente por Helgafell, la montaña sagrada.   Helgafell es una montaña  de origen volcánico aislada en medio de una pequeña llanura y en cuya cima se ven restos de un templo dedicado a Thor que pasó a ser monasterio hacia el s. XII y en la que el paganismo anterior a la cristianización situaba la puerta de entrada a la otra vida.

El cementerio desde la cima.  En el cercado pequeño está la supuesta tumba de  Guðrún
            En la base de la montaña, junto a la iglesia y cementerio del pueblo o granja hay un pequeño cercado de madera que aloja la tumba de Guðrún Ösvífursdóttir.  De su vida sabemos  por la Saga Laxdoela que la describe como la mujer más bella nacida en Islandia.  Su primer matrimonio terminó en divorcio y el segundo con la muerte de su marido en el mar.  Después fue pretendida  por dos hermanos amigos de su infancia y  curiosamente, enamorada de uno, se casó con el otro.  Tal vez esto originara diferencias entre los hermanos, que terminaron con la muerte del marido de Guðrún a manos de familiares del hermano rechazado.  Vuelve a casarse por cuarta vez, sin olvidar sus deseos de venganza por el asesinato de su marido que finalmente se salda con una importante compensación. Preguntada sobre a cuál de sus maridos amó más, parece ser que respondió crípticamente "A aquel al para el que yo era peor, fue al que más amé".  Finalmente se hizo monja, se recluyó en Helgafell y sus restos reposan al pie de la montaña sagrada.
En la cima.  Restos del antiguo templo y lugar de las peticiones. 
            Justo junto a la tumba de Guðrún comienza el camino que sube a la montaña.  Esta subida fácil y breve concederá tres deseos siempre que durante la subida se observen unas determinadas normas: No se puede mirar atrás, no se puede hablar nada durante la subida, las peticiones han de honestas y limpias y se han de pedir en la cima, junto al templo y mirando hacia el este.  Aunque parece fácil, yo no lo conseguí, es difícil no mirar atrás y admirar y comentar la belleza de las montañas del centro de la península cubiertas de nieve.  Por si acaso, mirando al este formulé un único deseo, el de volver a la isla alguna vez.  Estoy dispuesto.
Puerto de Stikkishólmur

Desde el Breiðafjörður
            Después de una comida apresurada en un bosquecillo, llegamos a Stikkishólmur con el tiempo justo de tomar el ferry que, cruzando el Breiðafjörður, el golfo de las mil islas, nos llevaría a la península de los fiordos del noroeste.  La travesía fue gratísima, con muy buen tiempo, un  tibio solecito que daba una hermosa luz a los innumerables islotes, amplios paisajes de mar y montañas y avistamiento de gran variedad y cantidad de aves.  El barco hizo escala en la isla de Flatey, la única habitada del enorme fiordo, en donde dejó pasajeros y cargó la pesca del día: varios contenedores enormes llenos de lumpos unos peces horrorosos con una extraña ventosa ventral y de cuyas huevas se hace un buen sucedáneo de caviar.  Tras dos horas de navegación desembarcamos en Brjánslaekur evitando de esta manera un recorrido de al menos trescientos kilómetros por malas carreteras alrededor del fiordo que nos podían suponer más de cinco horas de coche.
 Faro en el Breiðafjörður

Isla de Flatey
Brjánslaekur, final del trayecto en barco

            A poca distancia de Brjánslaekur, unos diez minutos de coche, hacia el fondo del Vatnsfjörður, pasado el cruce que va al norte, está Flókalundür, hito más que recomendable como entrada de las tierras del noroeste.  Flókalundür es un pequeño lugar con hotel y restaurante y sobre todo con una poza geotermal  junto a la carretera sin indicaciones y junto a  una zona de aparcamiento en la que siempre hay algún vehículo.  Del aparcamiento se desciende levemente  un pequeño talud de piedra volcánica, de la altura justa para ocultar la poza de la carretera, y allí está, a dos metros del fiordo, redonda con un diámetro de unos cuatro metros y aguas a 38º.   Allí fue nuestro bautizo de aguas termales,  un cálido baño mientras en el atardecer del fiordo el ambiente estaría a unos diez grados.  Allí nos demoramos al menos media hora, disfrutando del agua y las vistas sobre el fiordo desde placidez cálida de la poza antes de proseguir nuestro camino hasta Patreskfjörður, donde haríamos noche.

Baño mirando el fiordo


Ruta de la jornada


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